De todas las partes de nuestro cuerpo los pies reciben la menor atención de cuidado. Nos acordamos de ellos cuando nos duelen o molestan, pero el resto del tiempo les prestamos muy poca atención, a pesar de que los médicos y especialistas recomiendan lo contrario.
No sólo porque son las extremidades sobre la que nos apoyamos durante todo el día y sin las cuales perderíamos el equilibrio, sino porque absorben y amortiguan el impacto que el cuerpo recibe del suelo al andar, a la vez que facilitan la adaptación al terreno.
Con cada paso, los pies soportan una presión superior al peso del propio cuerpo, que se multiplica cuando se realizan otro tipo de actividades, como correr o saltar. Además, se encargan de mantener erguidas las cargas estáticas, distribuyen las presiones y actúan de palanca en la propulsión una vez que el talón se despega del suelo para ponerse en marcha. Por esta razón debemos prestarles mayor atención.
Por ejemplo, una persona que toma una postura incorrecta (hombros caídos, la espalda inclinada hacia delante, la cabeza casi hundida en el pecho, etc.), no sólo causa una impresión negativa, sino que hasta afecta su salud, ya que produce fatiga, dolores de cabeza crónicos y hasta desfigura el cuerpo. Esto que en muchas ocasiones provocaría dolores de rodilla e incluso de espalda, puede estar provocado por una mala alineación de los pies.
Los pies son como los cimientos de un edificio, a simple vista pueden parecer correctos, alineados y funcionalmente perfectos, lleven el calzado que sea, con tacón y con punta, como sea; con el paso del tiempo comienzan a resentirse la rodilla e incluso las lumbares pues el organismo intenta corregir o alinear esas imperceptibles desórdenes del pie con pequeñas modificaciones estructurales con la rodilla o la espalda.
Exactamente igual ocurre con los edificios, se producen grietas en los muros de carga, los arquitectos las llaman grietas de asentamiento y aunque hasta cierto punto puede ser normal debido al desgaste natural de cualquier tipo de material, en el ser humano debemos intentar corregir esas pequeñas grietas antes de que sucedan.
- Utilizar un calzado adecuado. Muchas personas no suelen preocuparse por ello, por lo que generalmente escogen zapatos que no deberían usar. Lo mejor es optar por un calzado cómodo, amplio y que por lo tanto no apriete nuestros pies. Igualmente es importante no abusar de las zapatillas o calzado deportivo, ya que los materiales con los que suelen estar hechos fomentan en algunos casos la sudoración y el mal olor. Es así que se recomienda alternar su uso con zapatos casuales. Por último, tampoco se debe abusar de los tacones o calzado alto. Este puede causar serios daños a nuestros talones, metatarso y nuestra postura en general.
- Realizarse un análisis baropodométrico, que permita identificar la funcionalidad del pie cuando está en reposo y en movimiento.
- Usar plantillas ortopédicas personalizadas. Además de que mejoran nuestra postura, evitan lesiones, brindan confort y estabilidad al caminar.
- Cuidar tu peso. Mientras más peso deposites en la estructura de tus pies, mayor será la presión que tengan que resistir las rodillas.
- Realiza ejercicios con regularidad. Es importante mantener los músculos, articulaciones y tendones de los pies activos. Para trabajarlos, estira y recoge a menudo los pies, mueve los dedos y gira los tobillos
En Piédica contamos con especialistas calificados y la más avanzada tecnología con la cual es posible detectar y mejorar un mal funcionamiento del pie que pueda afectar las articulaciones superiores como las rodillas y la espalda.