Muchas veces vemos a personas jóvenes que, como resultado de una mala postura, lucen encorvadas y desgarbadas, lo cual provoca que aparentan más edad de la que en realidad tienen. Ese problema, generalmente, viene desde la adolescencia. Las mamás parecen disco rayado con la letanía: “Párate derecho, no te jorobes”, lástima que muchos no las escucharon y ahora sufren las consecuencias de esa mala postura: dolor de espalda, inclusive problemas de intestino, ya que al estar sentado en una mala posición, se comprime la parte baja del abdomen, lo que interfiere con el correcto funcionamiento intestinal.
Eso sin descontar que cuando el esfuerzo en general, ya sea al cargar algo, al subir escaleras o simplemente al caminar lo hace la columna, los músculos del abdomen se tornan flácidos y, como resultado, también se expandirá la barriga; ni qué decir de la aparición de una giba o indeseable protuberancia que empeora la situación, porque además, y por si fuera poco, afecta la autoestima en gran medida, sin descartar dolor en las cervicales.
Una mala y una buena postura
Lo que mucha gente ignora es que esa mala postura no es solamente un problema estético, el cual nos hace ver más viejos, cansados e inseguros. Tampoco es un problema aislado, porque al afectar directamente a la columna vertebral puede provocar también problemas en rodillas, cadera, cintura y de no atenderse, esas molestias pueden llegar a convertirse en dolores crónicos.
La mala postura puede incluso hacer que proyectemos lo que no queremos; es decir, que adoptemos la típica “postura del fracasado” del “perdedor”: los hombros caídos, la cabeza baja, el cuerpo encorvado en general y los hombros encogidos en dirección al pecho. Incluso la persona se minimiza porque cuando tiene una mala postura se ve de menor estatura, cuando en realidad no es eso lo que deseamos proyectar de nuestra esencia y personalidad para los demás.
Parece increíble que todo esto tenga que ver con la postura, pero la seguridad y el aplomo,— incluso el verse más joven por el garbo con el que se camina y lo erguidos que nos mostremos —, son factores determinantes en el impacto que una persona pueda provocar en los demás. Eso justamente es parte del lenguaje no verbal; es decir, del lenguaje corporal, de lo que decimos con el cuerpo y mostrarse encorvado e inseguro es lo más lejano a una persona segura de sí misma, exitosa y que sabe hacia dónde va en la consecución del éxito en todos aspectos. Si nuestro cuerpo habla por nosotros, entonces es importante que cuidemos lo que dice.
Por otra parte, la postura tiene una estrecha relación con la forma en que pisamos. Esto significa que, en primera instancia, los pies tienen que estar bien alineados, bien puestos en el piso, para que al pisar no se afecte el equilibrio de toda la estructura ósea.
Un pie normal es flexible, al caminar se adapta al terreno y puede pisar con seguridad. Ahí es cuando entran en juego los 26 huesos del pie repartidos en tres articulaciones y en tres puntos que son el tarso, metatarso y las falanges. De hecho, los pies constituyen la cuarta parte del total de los huesos del cuerpo humano. Al correr los pies soportan tres o cuatro veces el peso corporal de una persona. Es por esto que otro problema, inclusive para la postura, lo constituye también la obesidad, ya que al tener que soportar el peso corporal en la región plantar, si no está bien distribuido ese peso, entonces hay sobrecarga en algunos puntos y eso hace que el equilibrio sea más difícil de guardar.
Por ello que cuando un pie no tiene flexibilidad; es decir, la pisada segura, cuando es un pie rígido, eso contribuirá para que se pierda el balance natural del cuerpo y al pisar mal, estaremos afectando toda la estructura, que hará esfuerzos extras por mantener el equilibrio y ahí es donde vienen las alteraciones y las patologías.
Otros problemas que afectan la postura se deben a que al caminar colocamos los pies hacia adentro o, por el contrario, hacia afuera. El cuerpo en relación a su sistema músculo esquelético está interconectado, por lo cual si desde la base del sistema; en otras palabras, los pies no tienen equilibrio y balance, o sea un valor estándar, entonces con toda seguridad estaremos enfrentando problemas como callosidades y dedos en garra, ni qué decir de la pisada pronadora, —que se identifica porque el arco plantar casi desaparece, los tobillos tienden a ir hacia adentro y hay una tendencia a juntar las rodillas—. O, por el contrario, los tobillos tienden a ir hacia afuera y aunque se junten estos, no es posible unir las rodillas. Aquí la presión o carga del peso corporal recae sobre la parte externa de los pies, lo que obviamente afectará la postura.
El uso de tacones puede afectar la postura en gran medida, ya que entre más alto sea el tacón, más impulsará el cuerpo hacia adelante, provocando una hiperextensión lumbar para hacer equilibrio al caminar. Los caprichos de la moda exigen tacones muy altos, entonces el esfuerzo es tremendo y lo peor no lucimos una postura correcta, sino una afectada por dolor en la espalda, rodillas y dedos de los pies. Mejor usar selectivamente los tacones para tener una postura correcta, dando pasos seguros hacia una salud integral. Acércate a Piédica y disfruta de ¡verte y sentirte bien!
En Piédica cuidamos la salud de los pies de todos nuestros pacientes en cada una de las etapas en que se encuentren. No dudes en contactarnos o agendar una cita en caso de que sientas molestias en los pies o relacionados en tu marcha. Estamos para cuidarte.