Pie plano vs pie normal ¿cómo distinguirlo?

La Secretaría de Salud en México señala que alrededor del 20% de la población padece pie plano, elevando el riesgo a padecer dolor, inflamación y desgastes articulares en pies, tobillos, rodillas, cadera y columna. Para decir que contamos con un pie “normal”, es decir, sin considerar pie plano, podemos guiarnos porque se observa una bóveda en la zona interna del pie, los tobillos se observan neutros y alineados con las rodillas, el calzado se desgasta uniformemente, el crecimiento de las uñas es sano, no se observan callosidades, y la biomecánica de la marcha es funcional, es decir, nos permite movernos sin dolor. El pie plano se caracteriza por un descenso del arco interno, estructura que conforma parte de los tres arcos principales del pie: interno, lateral y transversal y, que a su vez, permite una pisada neutra con un correcto soporte, amortiguación y equilibrio en la marcha. Diversos factores pueden alterar la estructura del arco interno, ocasionando que toda la planta del pie esté en contacto con el suelo, al descender el arco interno la pisada sufre un desajuste y desvía toda la carga hacia la zona interna del pie, alterando por consiguiente a los tobillos y las rodillas a una desviación interna. Entre los principales signos y síntomas destacan el desgaste o deformidad del calzado hacia zonas internas del talón, uñas enterradas de los primero dedos, dolor e inflamación en pies posterior a la jornada de trabajo o después de alguna actividad física. A largo plazo, el dolor puede irradiarse a tobillos, rodillas, cadera o espalda, la inflamación constante puede producir fibrosis e incremento de la rigidez matutina al dar los primeros pasos del día, al igual que la mala biomecánica de la marcha puede ocasionar desgastes articulares irreversibles.